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Te cuento la última

Abuela-Tigre

  Nunca tuvimos una abuela. Nunca conocimos esa clase de amor, esa devoción que imaginábamos absoluta y arrolladora. Nos habría encantado tener eso en nuestras vidas. Por descontado, no éramos tan ingenuos como para creer que toda abuela es un ser entrañable lleno de cariño y ternura. La inocencia no era algo que pudiéramos permitirnos en nuestro mal llamado hogar. Si nuestros padres representaban lo opuesto a lo que unos abnegados progenitores debieran ser, ¿cómo íbamos a pensar que cualquier abuela, sólo por el hecho de serlo, vendría de serie con el afecto y el fervor instalados en su pecho? Además, habíamos oído infinidad de historias en la escuela. Las suficientes, en cualquier caso, como para saber que la vida está llena de contrastes y extremos. Habíamos visto con nuestros propios ojos realidades muy diversas. La puerta de un colegio conforma un escenario tan válido como cualquier otro a la hora de formarse impresiones sobre la existencia humana. El mundo, claro, no era diferent

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